Me pones
en tu línea de meta;
bajo el yugo de tu aliciente;
hasta el tope de impaciencia…
Sobre el destiempo,
en la absorción del brillo palpitante
que sumerge las brasas suspiradas,
para avivarlas con mi lengua…
El hambre de tu mente,
tritura las palabras
y, su glándula perversa,
facilita tu penetración
en mis espacios vitales…
Me alimentas;
lates dentro de mi sangre
y me electriza saberte,
con sumo placer,
responsable de mi distracción y arrebato…
Tu alma,
en comisión de agrado,
me acusa de cómplice y autora
de la lista aleatoria de canciones
que me consagra,
como tu máximo acierto logrado…
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