Inhalas y exhalas las inclemencias
que no entienden de súplica ni socorro,
cuando atentan contra mi lengua,
tras alentar
a mis circuitos internos
a cruzarse con el episodio
en el que tiemblan las sombras…
Porque nos vive este sueño
desmedido
y me destroza
el efecto de estas aguas de oro
que columpias en tus versos,
esmerándote por acariciar mi pecho,
como cometido…
El canto de las piedras
sostiene el equilibrio del universo
y su esencia volcánica
te habita;
repica la imprecisión de sostener un presente
que dibuja la próxima salida,
silenciando el deseo,
deslizándose, como una gota
que recolecta, suave, de tu piel,
su tela prístina…
Voy disolviéndome
en progresión sincera,
bañándote con mi poder;
empapándote de la cadena lírica
de mi desvelo,
mientras tu sed se apodera de mi aliento
y eres luz de mi insurrección…
Irremplazable el sentimiento
y la sensación de moverme en lo difuso,
sitúan y conservan, intacto, el desenfreno,
transformándose en hierba gaseosa
aquello que descubro
al acercarte a los patios que frecuento…
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