Me pinta la sutil dedicación
con la que vas,
frotando la cercanía:
masajeando mi piel,
hasta que reluzco…
Aprecio el filo capital
de tu lengua
y cundo,
como enredadera de cristal
por el suelo sorprendente
que comprende la coordinación
entre ambos mundos…
Al combinar las energías
tomo el sendero bifurcado
y siento, en la atmósfera,
un efecto único;
el bar de tu corazón
bajo la bruma
donde, mareados los cuerpos,
chocan en un brindis de sinceridad…
Te quedas
con la transmisión visual
anudada al paso del atardecer
y, propensa a caer
en tu roce,
oscureciéndose la evidencia,
puedo habitar, sin temor,
la fortaleza de tu noche…
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