Temible,
sin decoro,
rompe la noche
la insistencia mía…
Me hace morder la textura
de tu gracia y floto
en el humo de las proporciones
con las que me arropas entera…
Puedo nadar
en la luz de tu dicha,
mientras sus encajes invisibles
se estampan en mi lengua…
Acumulas el roce,
mientras acoge mi linde,
la tortura localizada
y la privacidad,
proclive al arraigo de tus ojos,
dispone un paisaje de luna,
sencillamente perfecto…
La emisión
que se desprende,
rítmica, en los huesos, va
renovando los contornos
de una piel colmada de tu aroma
ilustrado y gentil;
deslumbrando los tejidos mortales
sin restricción alguna…
Los espejos liberan el caos
y crecen
y se doblan
antes
de irse tornando
trampolín al futuro;
portal eterno a la ventura…
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