Cae la noche,
gotea,
se deposita sobre mi lengua
y presumo
de la elegancia aterradora
que me concede el giro
con el cual me quitas
el anonimato…
La intimidad se muestra,
como un vitral profano
por donde te dejas deslizar
para avanzar, directamente,
hacia esa fuente de luz,
tan seductora,
con la que premias mi estadía
en tus estancias umbrías,
cauterizando la distancia
y su sinsabor…
Eres palabra y latitud
y me surtes
de una profunda reflexión
que valoro con creces…
La manía de tus ojos
es un manto acústico
que me envuelve
y se sonríen las sombras
al guardarse en ellas,
generando una flor naciente,
llena de claridad…
Te pongo en el aroma
que ampara la visión terrenal,
donde me lanzas tus excesos;
donde tu piel es
folio y tintero,
decidido a agotar mis letras…
Porque me clavas tu ley,
con la que me obligo
a empapar tus vacíos
y no hay más inocencia,
tan sólo tu crimen y el mío…
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