Te miro
y me encandilas
y cada punto cardinal
me deriva al lugar
donde se acaba el mundo…
Y es que,
dormido,
tejes
mi silencio
y, despierto,
el mismo sueño
que tengo contigo…
Cuando acudo a tu lengua,
siento que no te quejas,
para nada
que soy un oasis,
bebiendo de tu sed;
sabiéndome implacable alusión…
Es tu carne
una fuente carismática,
reverberando su efusión,
frente a mis ojos;
encubriendo la extrañeza
que adopta la forma de la luz
para extender su propósito…
Y, a solas,
sin oponerse,
las siluetas,
adoran su vinculo asertivo,
incendiando la lucidez…
Porque eres tú,
quien abrocha mis noches;
quien arropa mi desnudez;
el que se mete en mi cabeza
y me descose de la realidad;
donde me muestro,
a medias…
El que me ve
alcanzar la totalidad…
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