Cuando el oro es dulce
y cada palabra con la que te toco,
aloja el temblor insoportable
de lo que me provocas,
me siento
arrugando los papeles
del guión de las sombras;
carcomiendo la pátina del tiempo
que insostenible altera su lustre,
dejando pasar
esa luz alternativa
que erosiona las paredes,
regenerando la piel
al lamer el fuego de la herida
y arrancar, de las páginas, el silencio,
escarbando la introspectiva
hasta vocalizar lo inédito…
Esta porfía,
vicio y talismán,
hace que crea en lo que me confías,
creando más que motivos,
mundos de cristal
con las lenguas fundidas...
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