La noche y su corazón de niña,
moja, de su encanto
y su memoria celeste,
este instante,
dejando que aprenda a crecer
en las manos de un silencio
inmerso en lo que eres para mí…
Estar a salvo,
en fusión contigo
y esparcir, en llamaradas, el misterio
que me engancha el revoloteo narcótico
de tu regazo,
permite que avance por tu piel corrediza
y, al hacerme sonrojar,
se inicie una revolución sideral
imponderable…
Vas viniendo por mi sonrisa
con el desplante, hecho de fuego,
cuyo reflejo
se hace conmoción
para que lo que somos,
sea conducción de todo
umbilical florecimiento…
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