Arriba
en las cúspides que exprimen
el zumo transparente del milagro
que escurre por las laderas de mí misma,
habita todo aquello que siento y vibra,
tan libre, que se derrama
al notar los puertos vencidos de la carne,
cuando todo se hunde en mí
y las hebras desatadas
se anudan al fuego de las sombras
hasta hacerlas evaporarse…
Se rompe la sal en mis costillas
y la ciega herida del tiempo
se hace testigo de esta caravana de crepúsculos
que me abre el sueño de la noche más brillante…
Estás conmigo
y, abajo,
distante,
la ciudad y su mortuorio alarido
intensifican su antagonismo,
por alcanzar la conexión que tú y yo tenemos,
sin poder lograr, sino precipitarse
en su fallido intento…
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