Henchida la pausa
del aura sacramental de tu silencio,
va sanándome las cuerdas;
dejándose transitar por mi oscuridad,
acariciándole
sus esquinas abiertas…
La carne aloja tanta memoria,
siguiendo el cromático destello,
que basta la punta de un pincel
y la punción de un incendio alargado
para distinguir el abismal equilibrio del anhelo,
atrapando el tiempo
en las ramas de la beldad conquistada…
Haz de creer que mi locura
me afinca en tus dedos al esquivar la penumbra
y encender la suavidad de su toque,
porque la dulzura que separas para mí
se transforma en noche
y siento la ondulación perturbadora del deleite
mojar el aire;
arrastrar este suspiro fascinante
hasta tu frente,
forjando la raíz de las corrientes pródigas,
como unción de diamantes
que se cobija en los pétalos de mi rosa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario