Al abrigo de la arborescencia
el renacer continuo,
brota de mi centro;
su flujo de incomprensibles certidumbres
enciende la mecha de lo sensitivo,
volviéndome parte de todo
al explotar en el aire el universo;
la exótica luz que me difunde
con la sabia maestría de lo inefable
me arroja señales que aclaran mis ojos
y van cayendo,
como piezas de un puzle sobre la avidez constante
que me hace vislumbrar la ruptura del horizonte,
acomodándome en el mosaico del futuro
de todas las dimensiones…
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