un plan que, a raudales, me precipita
sobre la palma de tu mano…
Me empuña su secreto
y voy prendiendo a mi alma
los guiños artesanos que me confieren
la breve abdicación de la carne…
Permaneces suspendido
como el rubor de una caricia eufónica
que suplica el giro danzante;
la maniobra de agudeza
que arremeta
con el suficiente resplandor
para aniquilar toda sombra…
Las sensaciones, a mansalva,
se desatan en un mundo que florece,
lleno de exultación…
Te vuelves cristal y abismo;
un chasquido
con el que desaparezco,
porque te pienso
y, como una ola emergente,
vuelvo a edificar infinitos teoremas de fusión…
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