Del baño frío que brota de lo ausente;
de ese espacio que no regresa,
se sostiene el rigor del verbo tardío;
el ala quebrada del vuelo…
Desterrada del libro infinito,
deambulo en las veredas del hambre,
cuyos escondites hacen sangrar el silencio,
ruta esquiva de los ángeles
que me arroja, sin mirar,
a los índices de los cuatro vientos,
como una trampa que congela,
con fiereza, mis pasos…
Llora conmigo el acorde santo
y entre fango invisible se pierden los sueños;
un trago de veneno infalible
ve desaparecer toda señal de fortuna…
El vago resplandor inhibe el fuego,
su colorido,
dejando las tierras moribundas
a merced del tiempo…
Ha muerto lo no nacido
y libidinosas, las criaturas,
habitantes de las sombras
se hacen, firmemente,
con ese espacio en el que ya no existo…
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