Con fiero paso, llegas siempre,
inexplicable,
como el misterio a la noche,
y tu tacto se hace, entonces,
fiebre y pulsión de mi lengua
que, resuelta,
divaga la distancia;
la subversión de tu carne;
tus ojos inclementes…
Qué siniestro el panorama que nos retiene
y que se llevó también lo nuestro;
la luz de los muertos;
el grito agudo del alma…
Demasiados mártires
para este agónico desenlace
que sigue pintando mis palabras…
Salgo ilesa de este silencio que te nombra
o tal vez ese trozo menos
que habita contigo en tu espacio
me brilla entre los labios,
mientras me sangra la memoria…
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