Prendo luz al cristal que ha descubierto
el puente a tus ojos,
me arrojo,
como un caudal de incendios,
nacido del alma;
recorro las distancias que me atrapan
en tu despertar,
frente a la caída del sol…
Y soy los lunares que te bebes
cuando la noche nos sueña despiertos;
la flor ahogándose de tu silencio,
mientras abre su corazón
para respirar por tu piel transparente
y elevarse en un suspiro de estrella…
Deduzco que me llevas,
corriendo al infinito
y te quedas fundiéndome a esa velocidad;
haciéndome girar entre volutas de brillo,
volviéndome,
contigo,
un cósmico huracán…
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