Te acusa la luz global
que desprendes,
cuando osas prendarme el impulso
que se rehúsa abandonar
el reto de tu lengua,
volviéndose
en extremo aplastante,
al incorporarse a tu mundo…
Como sea encuentras
la llave al silencio inescrutable
y me hallas del otro lado
para esclarecer lo eficaz de tu disposición,
pulsada para salpicar
tu fuego innato
y hacer temblar mis aguas;
esparcido, como ondas refractarias
por mi interior…
El gusto escrito en la piel del alma
es bebedero de insomnios;
fervor;
placer tramado
para hacer explotar lo insoportable
en un millar de suspiros…
No me cansa
sintetizar lo soñado, contigo,
en jugoso anonimato;
desprenderme, hiperbólica,
mientras conjuro el verbo de tu poesía,
donde me place definirme
cura flameante,
poción de auroras…
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