Avanzo en el error de sostenerme
a palabras que no existen
para cobijar el encanto incomprensible
con el que me influyes,
a lengua llena…
Y me perturbas la mente,
decapitando toda lógica;
alzando la tragedia
de esa belleza extraña,
que halla el factor x
para romper toda norma
y envolverme,
en su esfera fascinante…
Una calada de tu polvo de diamantes,
me saca de mí misma,
enredando mis aguas
en el pequeño cauce
que insiste en la crecida…
Y, aturdida,
engullida,
por la brisa perfumada
que mana de ese modo en que sucedes,
emergido de la aurora,
dejo correr la electricidad
por mi dolencia santa,
mientras hago, de tu piel,
memoria de fuego,
tormentoso remolino
que fastidia a todo lo que deja de ser
cuando te tengo conmigo…
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