Paseas tu lengua de lince
por mi etérica sabana,
originando mi afán
de caza furtiva;
un safari de luna nueva
que me sabe
a hierba y temblor;
a fuego y energía;
corazón de la recompensa
de hallarme
hambrienta de ti;
voraz de tu resplandor de plata…
Me expongo ciega,
plañidera,
al juego de no sabernos distinguir,
otorgándome a las fauces de un silencio
que desgarra la imposible respuesta
con la furia de los cielos entrelazados…
Aromática y sabrosa;
de la niebla de tus ojos,
emano,
reflejándote al sonreír,
porque induces mi perdición
y funciona;
tu piel eufónica irriga la contorsión del deseo
y la tentación, al vuelo,
cruza el voleo de mi entonación
más afinada…
Enciendes la noche
y mi voz tararea la melodía
que se queda con tu asombro,
despertando, al fin,
lo salvaje de mi alma...
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