Te presentas
sobre la barra del silencio,
como una tentación sin igual,
destapándose;
brindándote,
disuelto
en un alféizar acristalado,
servido,
entre la agitación y el mareo,
habiendo licuado preludio y epílogo…
Al destilar tu luminiscencia
y tus escarchas de sal y malicia,
logras balancear tu piel
y mis ganas…
Y se me sube a la cabeza
el fruto húmedo y pulverizado
que infusiona la sinapsis sensorial y cognitiva,
como un cósmico jarabe
jamás probado…
Llena del disfrute de tu lengua,
fascinada y desbordada,
por un trago de su brillo,
como una sexi grosería,
lo escancias en mi cuerpo,
ahogándolo…
Bañado por humo y vapor,
el contacto verbal
untuoso,
delicia servida de tus ojos,
rodeas mi interior
y la escena más dulce que he visto
me impregna su misticismo
dionisíaco,
situación,
cuyo apogeo de embriaguez,
funde placer y vicio…
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