Deduces que te pienso
y aciertas;
te gusta
depravar mi inconsciente;
traerme de vuelta
para quedarte conmigo en tu boca,
sacando de mí, la zona de confort
y del pentagrama de tus letras,
hacerme aflorar, majestuosa,
como el día, al sol…
Presumes
arropar al insecto luminiscente
que se anida en mi costado
con tu aliento de acuarela,
dejarme conservarlo,
de por vida,
mientras mi lecho se hunde,
proporcional a tu asedio…
¿Puedes, acaso, mirar sin seducir?
Al exponerte mi corazón al vuelo,
con pretensión de asombro,
te percibo acostumbrado a delinquir,
y, curada de espanto,
tras hurgar la voz silvestre
que te incrimina,
rezumo un alborozo incomparable…
Porque eres así de mágico;
me das la vuelta al mundo
en un instante...
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