Revelaciones VIII

Al consentir al silencio,
concentrándolo en ese intervalo
que acopia lo esencial,
como un fuego subterráneo,
voy
desatando su fiebre;
haciendo que encuentre
su punto de fuga a escala metaversal…

Levanto su arquitectura
al descifrar la mímica de las astros
y me crezco ante el desborde
que ocasiona
la reserva de todo el tiempo
que encuentro
para ti;
para acalambrar, cada roce,
con el doblez intempestivo del deseo…

Se incorpora el halo magnético
a partir de tus ojos
y al leerlos,
el gesto de moverme hacia tus labios
y fertilizarlos,
hace necesaria la medida
de crear sobre tu lengua burbujas
que dejen abierta una perspectiva de luz…

Al plantar la magnitud,
se rompe e intensifica el afán
y, una vez descubierta
la forma incipiente de anclar
en un disco oscuro
lo que descontrola la dulce emanación,
puedo almacenar
el sólo hecho de existir
con cada pulsación que se abre,
con creces,
a tu fuego alusivo
y adherir a la transmisión
de lo inimaginable,
cuando procede tu maleficio…