Me arde el tiempo en las pupilas
y el tacto resbala su sombra;
atravieso el cristal
con el que me miras
y ya me tienes en tu boca…
Inmersa en los mundos de tu lengua;
en el diafragma que no estaciona
los latidos inspirados
ni traiciona sus estallidos…
Enarbolo lo impoluto;
me nutro de la reverberante esencia
en la simetría de un espacio abierto,
naciente;
fotografiada satisfacción,
derretida en una estela de diamantes,
marcando el sobresaliente espacio de sinfonías;
puliendo imanes
al margen de lo cierto…
La noche joven,
baila entre nosotros,
distraída
y me adentro en lo inesperado
que nos prepara su misterio infinito…
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