Me muerdes, con fuerza,
la luz de los labios,
cuando, al decirte mis palabras,
te seducen cada palmo
y, acorde a tu esencia,
filmas el modo de acontecer,
resbalando las alegorías humeantes
que me surgen espontáneas…
Te hago estremecer;
como gota de agua
que cae por el brillo de un pétalo;
tiento a tu silencio
para trasladar la vibra por las vías etéreas;
atravesándome la lengua
y acariciar, con lo que digo,
la voz del pensamiento…
Escribo en tus páginas abiertas
lo que sé que te apasiona;
la crepitación de lo distinto…
Encantadora de tus serpientes,
ambiciono tu atención;
como un casquete fluvial,
imantar tus corrientes
y, con la humedad de mis reflejos,
empaparte el corazón…
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