Cortesía del universo,
encarnas la profecía voluptuosa
de trascender dentro mío;
inmanencia que va soterrando vínculos,
siempre puros,
siempre nobles;
de aguas infinitas en oleajes de placer,
que amplían la ración de cuerpos
a punto de vapores,
donde me reclino…
En tu poderosa envergadura,
nazco luna,
la tuya;
fibra de tu nervio;
de tu instinto
fiebre de tu lengua reinante;
mineral que deja traslucir
todos los colores del espectro…
Eres todos mis mañanas;
principio y fin,
mientras escarbo mi sangre;
cuerno que convoca,
tambor que purifica,
fuego que reúne todas las danzas
de las sombras extintas,
bajo un rayo cenital…
Crezco desde el vórtice
y veo, todo, girar,
desplegándome sobre la punta del silencio;
siento vencerse el ruedo tambaleante,
mientras me tomas,
barajando la victoria
de poderte amar…
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