escribo poemas con las sombras,
mientras tú
haces germinar espigas de oro,
como manantiales angélicos,
en cada esquina…
Son etéricas farolas, tus ojos
y yo tirito dentro de ellos,
donde el silencio convertido en poro
me hace palpar lo improbable,
activándome entre tus dedos…
Somos cuerpos,
debatiendo la realidad rendida
y me hundo hasta untarte mi poesía en éxtasis;
así, escuches mis pautas,
encadenando la secuencia
que activa las programaciones infinitas
de paladares y esencias…
Se explicita la insinuación erógena;
la fecundo
y te presumo con la electricidad,
titilando y su totalidad de chispas,
acurrucándose unas a otras…
Qué equivocada la razón,
pedregal que testifica la erosión de la luz
y que escupe su reclamo estéril…
Me escuchas y comprendes
pegada a tu válvula energética;
la mordedura al desnudo
en el hueco de mi carne;
el beso que suprime
las soledades…
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