Esta compulsión
que petrifica lo superfluo,
sorprende a mi boca,
aderezando los ríos complejos de tu poesía,
como ritual de luz que aglutina el ritmo primordial
para ablandar los renglones del silencio;
me hace foco de sus pretensiones
y, primorosas, mis ansias
se cuelgan de tus labios
que articulan el rastro entintado,
como irregularidad que intuyo…
Pende de tu alma el amanecer del mundo
y, con su origen tórrido,
tu lengua,
tan llena de calor y humedad,
llana a repartir su cuota irreversible,
permite que broten mis palabras
y recuperar
la raíz arbórea,
sofisticado arsenal de sabiduría;
dulcísimo manantial de savia…
Se inflama mi pecho
y un gráfico sanguíneo,
demuestra que todo guiño
seduce lo que de ti contemplo…
Posees una parte de lo que soy;
existo dentro,
como un rasguño hiperactivo
que fertiliza los campos de la imaginación;
un hervor regresivo
que en las ranuras del gesto
se ancla, envolvente,
recuperando lo instintivo…
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