Se equivoca tu lamento,
queriendo despojar lo inexistente,
exhumar la palabra no dicha;
proferir un tiempo muerto,
escupiendo el fuego
sin haber visto cómo se enciende;
creer que, entre signos,
hallarás el resultado de una ecuación,
habiendo soltado la incógnita…
La mudez del espacio crece,
lejos de amparar la premisa
y me sobran razones
para evacuar esta ciudad perdida,
porque no me cabe en la lengua
que tu intención escoja
tan vasto desatino;
abandonar sin previo aviso
las líneas de la noche;
indolente…
Huye de mí, tu voz de piedra
y el aire me ha cortado,
en pedazos,
de frente,
sin mostrar, un ápice, de prudencia…
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