El olor de tu piel me invade, por completo,
como el destello
que despierta la pupila de la oscuridad,
transversal y desnuda;
te alzas con mi ruta izquierda
para hacerme suplicar:
Múdame a tu espacio.
Consume mi apetito
con tus juegos eruditos de placer…
Te persigo en afán divino;
conectar ya se hizo oxígeno
y te voy a respirar,
hasta que el silencio disienta primero
y me aproximes, cada vez,
la señal imperceptible que te crece dentro,
irrumpiéndome toda…
Inadaptarte con mi retórica
es lo que quiero,
porque el dialecto del hambre
se configura en tu boca
y mis huesos tiemblan de ganas…
Interrumpe la sombra, tu voraz conjetura;
eres tan parte de mí,
tan atípico
que lo que basta es insuficiente
para decírtelo
y el para siempre se aventura,
como fuente elemental;
significas,
me significas
y al abarcar mis torrentes,
siento el fuego levantar su osadía
y consumirnos en deseo…
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