Vivo
arrastrada
por el timón de tu lengua
y su ímpetu de navegante;
anclada
en su oleaje,
cuyo quiebre inminente
es un advertencia de ultramar
para albergar
en el flujo y reflujo
la unisonancia que nos trae envueltos…
Es, en el vértigo,
donde prescindo, por un instante,
del ámbito de la realidad,
porque te encuentro
y me abandono
a las tretas del derrotero
con las que tu seducción
me pierde y encuentra,
trepando el espacio insondable
de tu mirada…
Astuto, te interpones
al desgaste que ronda la perspicacia
y compones la extensión de la herida,
acomodándola
donde nos une el pliegue del tiempo…
En el esoterismo más complejo;
con el erotismo más dulce
relajas toda mi piel,
y, a coro con la noche,
comunes,
permanecemos entretejidos
en una urdimbre de agua y miel…
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