Diriges el sentido
de cada giro de mi lengua;
las palabras brotan ciegas
y su hallazgo cabe en los espacios
que rellenan la curva multicolor
de cada línea que te llueve
y me sumerge en la noche
que va revelándome la ruta del cazador…
Tras desperdigar tanto amor
y apuntalar, en lo profundo, sus cimientos,
el trinar del alma,
despierta los campanarios
que enraízan un nuevo comienzo…
Me llamas dadora de luz;
me haces comulgar tu silencio
y, en trance etéreo,
tu aura me envuelve y se levanta,
como burbuja de sal,
ocurriendo,
en común,
con las mareas australes,
siendo arrastrados por la misma ola…
Vivo en tu constelación;
clavada a tu sangre;
cazada por tus redes cósmicas
que van transportándome
a tu universo recién nacido,
donde me retienes, no poco,
en una sinfonía renovada;
rama eléctrica, sincronizando mi euforia
con tu mirada…
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