Me siento contando seda
en los engranajes de tu silencio;
bebiendo de su alma
y su goteo redondo,
sistemático
que hace caso omiso del tiempo…
Cuando me acercas tus improvisados vendavales,
puedo equilibrar tus sobresaltos con los míos,
embarcando cada temblor de agua,
cada líquida intención, girando contigo,
en el vórtice de tu mirada…
Tu boca se me concede,
como un susurro mágico
que me da un lugar infinito en tu cielo
para abrirte mis manos de noche
y desnudar tu poesía en un círculo eterno
que invoque lo espontáneo,
lo impronunciable,
un puñado de delirios
que flota por encima de este jardín de estrellas;
dándome luz,
como un rellano en la espiral del universo,
provocativo arsenal de colores,
el tacto de tus reflejos…
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