Gime el unísono,
reservándonos, del reflejo, el otro lado;
detectando la moción correspondida,
cuando el plano se difumina
y el foco de tu palpitar
conquista el mío en áureo surco;
hebra iridiscente que conecta identidades afines,
fulgor curativo…
Traes a mi mente el delirio;
a mi piel, el arrebato;
el regocijo a mi corazón de niña;
embate majestuoso
a los cauces tumultuosos de mi avidez;
distractor de mi pasado
disuasorio de las disyuntivas;
trino de amapola, soltándose de mi lengua;
moviéndome sobre tus cosechas níveas
en temporada de gozo…
Tras la clausura del tiempo,
emano de tu ojos;
voy a parar a tu manuscrito,
enclave paradisíaco,
donde se mueven, libres, mis colores;
donde sonríen las texturas incendiadas
y exprimes tu alma, paseándola por mi boca,
como clave secuencial que atesora el misterio,
mientras se distrae la razón y sus razones;
blues de nocturnidades
sobre los barrancos de la luz,
coreada por los astros desprevenidos;
pliegue por donde pasa tu encanto
y me encantas, amor;
soy alud de suspiros,
bajándote por el costado…
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