Hierven los silencios
ante la dulce irreverencia de tu tacto;
el contorno de tu lengua saborea el caos
y lo hace caer en torrenciales cascabeles
dentro de mi boca;
magma errante,
culpable de tan elevado crimen;
causa y efecto,
motivo irresistible de mi derrota…
Escribo en tus dedos mis lunares;
la caricia morena que se sabe pantera
de tus llanuras cósmicas…
Equinoccios de greda me sellan en ti
y me estrechas;
me amoldo y perdono al tiempo, la tortura;
me inmolo en los senderos evasivos de esta vida
para enclavarme en la siguiente
y seguir pegada tu figura…
Me asen tus ojos,
como la marea a la luna,
humedeciendo mi incandescencia furtiva;
oblea de plata,
retumbando en la memoria
que ha de juntarnos para siempre las almas,
crispando el juicio del hambre;
la soledad del mundo;
cobijando la pureza
que me acopla a tus suelos vírgenes;
multiplicando vocablos,
resultando emergencia
que arde en la punta del dardo;
en tu sol demente;
resaltando que soy tu fuego y tu arco;
tu flecha zumbando,
hallando el núcleo
de un presente inclaudicable…
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