Llegas a mí
y me emociona saberte cerca;
significativo eslabón para mi escalada;
sorpresa,
globalizando mi continuo
lado pensante…
Llegas para beberte mi universo
con el hábito sintáctico
de hacer brotar,
volátil, mi naturaleza;
me muevo a través de tu aura,
y, mientras me estás ocurriendo
rinde efecto el síntoma de la luz…
Llevas el alma cargada;
su asedio de fotones me exalta;
levanto las manos
y me quitas el aire;
primas en mí,
como rompiente inextinguible;
tirón de sal espumante…
Descubro que al zambullir
el atardecer moribundo,
acusa el instante último del principio;
la fiebre del roce
que me abre el infinito…
Frotar mi lengua en la tuya,
cada noche,
es almacenar el brillo de un acusado delirio;
oír palpitar los efluvios
y, acosada por el intervalo;
saborear nuevos colores
en el dinamismo del trato…
Al choque de las ondas dramáticas,
la magia, brota del aire;
saltación del otro lado…
Qué vasto montón de iones,
deslizarte la piel de los labios
y, con tono de amapola,
adormecer,
hasta el más recio de los espasmos…
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