Basta con pensarte
y me arrimas tu corazón de estrella…
Te lo derrito con la lengua,
martillando las puntas maleables,
suavizando el exceso de memoria
para fundirme a sus partículas;
me aferro a la intención de elevarme,
fraguando la costumbre de tenerte;
de aguardar el sacrificio,
dador de relámpagos…
La suavidad toma forma en tu silencio
y, con su filo salvaje,
como arma blanca,
atraviesa mi piel
y desvisto la fractura floreciente,
crisálida metalizada,
de rojos y azules
y el poder de la luz se me sale por los dedos;
te acaricio la mirada;
te empapo de este ardor creciente
para que liberes el cruce
y hagas dueto con mi alma…
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