Te quedas siempre entre mis dedos,
enredando mis ganas de convertirte en poema
y, absorbida, mi lengua;
absorta, por tu elevado carisma,
no se resiste, tampoco;
preponderas en mi estado,
cristalizando el sendero armónico
a mis letras…
Capturarte,
con intrépida maniobra,
desafía mi silencio;
eres la gota sonora que colma mi boca
en desespero;
un sueño inmortal
que conmueve mi manera de soslayar lo sombrío,
encontrando el desvarío
para evacuar tanta inspiración…
Y ya hundidos
en un lecho de ondulaciones sónicas,
renunciar al temor;
reunir todas las fuerzas
que recaban los suspiros,
poblando la ciudad de la luz
en un salto químico…
Mientras me escoges para adorarte
haces que me sonroje
y digo, ven, incrédulo;
la tarde nos trae la noche, sólo para vibrar, al unísono;
sus redes acuciosas nos ensamblan,
desencadenando el simulacro al infinito;
para llovernos en sangre
y contemplar que la hora sagrada
se vuelve mártir,
sólo por vernos prendidos…
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