Te lanzas,
valiente,
con un silencio en kamikaze
para estrellarme;
mostrarme tu afán inherente;
y soy cataclismo,
resistencia suficiente
para el génesis de un nuevo ciclo…
Tu lengua inesquivable
equivale a sumergirme
en toda la luz que me conlleva;
a contemplarme rodeada de tu cuerpo…
Con un corte limpio
en mis membranas sensibles,
colocas tu tormenta
y me desbordas el alma;
cuadro efímero,
gas vital que relampaguea en mi cerebro…
Hornean tus ojos un campo magnético
que inunda mi cualidad de conmoverme;
cascabelea tu olor en las curvas interiores
y tiembla la tierra;
acampa en mi corazón y mente
la sensible contracción de dejar que ocurras,
como el privilegio de sentirme acentuada
en tus suelos cambiantes;
asentada en la maravilla de poder tocarte…
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