Lo que te inunda los ojos,
acaba en el fondo de mi alma,
sacudiéndola,
vitalizándola;
me muerdes el corazón en la boca,
mientras la sorpresa se hace agua
y mi lengua se desborda
en un dialecto inasible
que tranza con los pulsos y diapasones
que le hallan sujeta a tu melodía…
Corredores en todos los sentidos
se instalan,
como un barrido de tentaciones,
inclemencia;
las hebras del silencio celebran tu cercanía;
tierra y agua se agitan;
ceden a tu magnetismo secreto…
Con innegable supremacía,
tu coqueteo
derrite los rubíes que modulan esta gota de sal
que pellizca mis nervios;
retumba, en el tumulto, su brillo;
lo interno bulle como un enjambre cromático,
llameante de resonancias;
distractor fogonazo
que me persuade
ante la plasticidad de tu verbo…
Giro con la noche
y contigo
nos fusionamos
en una bola de emociones,
estremecidos de deseo…
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