Por ahí las palabras
sólo evocan, apenas,
lo que callas;
se tragan lo que sublima
la inteligible exuberancia,
tentando mentalidades;
saltando lugares y tiempos
en un estado de satisfacción continua…
Se tornan insuficientes;
me obligan
a probar el sabor insaciable de tu lengua,
púrpura real
que dulcifica la inmolación…
Me convienes,
con desesperación,
y, sin temor a equivocarme,
te aseguro
distraer tu cuerda telemática,
envuelta en la intrepidez de una voz sensual
que surge, enardecida,
desde siempre, para ser,
de tu mirada,
el desafío final…
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