Traes contigo los enjambres ambrosíacos
del silencio que nos precede;
toda la magia amasada por sus edades;
la inocencia mineral…
Cede la luz a tu lengua
mientras declama su claridad;
la herida limítrofe, latiéndote en el pecho
y un crisol que alumbra, con garbo, lo inefable…
La resistencia del tiempo
se eriza con tono fiero y desafiante
y el solaz de tus noches virtuosas
le subyugan, hasta hacerle caer
entre tus redes…
Me untas la boca con la letra celeste
que inicia la palabra más hermosa…
¡Cuán convulsa se confiesa mi alma
tras ese relámpago de embriaguez!
Mientras conviertes en poema mi piel;
su versión corpórea…
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