Ampliados tus espacios
llenos de surcos y pliegues,
se adhieren
al risco de mis aguas,
para ver brotar
el salto a la intrepidez…
Bebes,
de mi luz
y cambia el curso
de su río dérmico,
dejándose asomar el peligro
que complejiza
el corazón de la verdad…
Soy un cofre de piel
que se deja examinar,
mientras degusto
el confín de tu aura…
Le confiscas el azul al sol
y la sombra
se desprende del alma
por la dilatación
y su caudal invisible…
Me acompaña
la palabra desoída,
trampolín de la esencia
que reviste mis ojos,
regenerando la capacidad
de dejarme caer
en la fricción del vínculo atómico;
en el desarme de lo irreal,
quitándome la vida...
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