Habituados a doler,
me atraviesan
tus ojos inmisericordes,
con tal facilidad
que un temblor viste mi cuerpo
y acabo por descifrar
el acertijo
que me pones por delante
de este deseo loco
de meterme contigo…
Entrada en embriaguez,
tu magnetismo
va trasladándome
hacia tus momentos personales,
como arenas a la espuma;
como marca personal
que se acentúa
y quiebra el contacto,
porque somos igual,
la misma pulsión,
imantando su desafío...
Reunidos en torno
a los ritmos circulares
que nos ven arder,
sin condición,
logra consagrarse
este lazo de luz,
como el sol
ahogado en su infierno azul…
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