Quedan la flor y la estrella,
ventilando su música operante;
exuberancia,
encaramándome a tu frecuencia;
cuidando de mí;
abriéndome a la salvedad
de escuchar latir tu naturaleza,
afilando la canción
a través de la cual
tu penetración pulsátil
traspasa la integridad de mi lengua…
Mareándome sin fin
y enviándome tu mensaje santo,
no me dejas escapar
y dialogo con tu tentativa correcta
de rimar saberes,
atormentando mi alcance…
Te oigo mover el aire,
como un lírico panal,
cuyo empalague me intoxica,
vocalizando el resplandor ilegible
por afiliarse a la mismidad,
incluida en la significación
que abraza y resiste,
imbuida del trance indefinidamente…
Y la virtud
que se devora lo que somos,
nos concede el éxtasis corpóreo,
metamorfo,
amarre que se adecua al encuadre
que siempre consigue la sensibilidad del nosotros…
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