Sin mayor esfuerzo,
siembro intervalos,
donde patinan las palabras,
para fijar mis labios
en la orografía de tu carne…
Los proverbios
se construyen solos;
se incrustan en el resplandor
que se vuelve abundante,
después
de que te reconozco
responsable de este efecto dominó
que acaba con lo que soy,
siendo, tu lengua,
el corte peligroso
al que me someto…
Como un tántrico ritual,
acontecen ambos cuerpos
y, algo dentro de mí
va soltando moralejas,
mientras presiento
el estupor;
el efecto piramidal
que empuja
tu quehacer más osado…
Juntos
en el rayo;
en el súbito atropello
que arquea la penumbra…
Se apersona el éxtasis
y sus terminaciones
muerden la voz del horizonte
que se pierde,
soportando el incendio de la tarde…
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