Perezoso

Dejar de hacer
por dejar de ser lo incorrecto,
corrompe
y el rio comatoso
absorbe el letargo de tu lengua,
cuyo estado de ánimo no mejora,
sino hasta que, lentamente,
me arrojo a tu boca
y anido el breve instante
en que mengua el convencimiento
de la imposibilidad,
para batirme en tu aire
y arremeter sin tregua
la acción que espera
hacernos testimonio vivo
de la eternidad…