Te me impones,
rabioso
y amaso en mi pecho
un calor incomparable;
un soplo enajenado
que se sale por todas partes
y te sabe,
destrozando lo insepulto;
iracundo,
mordiendo tu propia humanidad
con mi silencio,
mientras agoto el sentido
y rasgo el espacio
para que nos trague
la dimensión del desastre
con la naturalidad
que, a cada instante, posibilito…
rabioso
y amaso en mi pecho
un calor incomparable;
un soplo enajenado
que se sale por todas partes
y te sabe,
destrozando lo insepulto;
iracundo,
mordiendo tu propia humanidad
con mi silencio,
mientras agoto el sentido
y rasgo el espacio
para que nos trague
la dimensión del desastre
con la naturalidad
que, a cada instante, posibilito…
No hay comentarios:
Publicar un comentario