El caudaloso río de tu mirada
despeña sobre mis latidos
y acelera el pulso de mis manos
despertando a mis suspiros…
En el silencio de tus aguas
soy centella de luz
-mágico lirio-
que enciende tus ondas perladas
en el ocaso del martirio…
¡Oh noche temprana!
que me atrapas desnuda,
cuando se abre su ventana
y puedo cantarle mi dicha…
Mi voz se pinta
de nacarada espuma
y me hago a su sombra
Artemisa…
Tu azul exquisito
recuesta sobre mi nombre
y en la armonía de tu Sol
mi rosa dispone
su miel para los dos…
Libres nuestras almas
-céfiros blancos-
acceden los prados infinitos
y nuestros sueños inmortales
nos ven de la mano
hechos de brillo…
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