Promotora
del ámbar;
de una claridad insoportable,
anclada en las columnas del tiempo,
ideando el modo de sostener
mi ayer entre tus manos…
Tu lengua mira por lo suyo,
mimando cada uno de los gestos
que se atoran a los tuyos
en el instante mismo
de la coincidencia…
Confrontas el augurio,
impertinente
y le enseñas a mi carne
que para honrar el refugio,
sólo hace falta comprometer
lo esencial
que, para ti, es mi mente,
porque es tu determinación,
la que atrapa
el suspiro de mi pecho…
Y, estando a punto
de intoxicarme,
atiendo tu rasgo impredecible
que va a enlazarme
el alma,
por completo…
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