Intuirte en la indomable arquitectura
que nos enreda los dedos,
me abre al éxtasis de hundirme
en sus aguas revueltas;
deslizar la prosa del cuerpo
en sus líneas sorpresivas…
Dominas el arte de hacer vibrar
cada parte del silencio
y, al moverte,
me empujas la lengua
hacia los puertos incendiarios de la luna…
Pronuncias las curvaturas
que me envuelven el aliento
y expiran los ángulos borrosos…
Disimulo y distancia sobran
tras embárcame en tus ojos,
porque haces germinar la magia
y acomodo
el trance planetario
que me sustrae de la sombra
para lanzarme a tu presencia…
Qué noche tan clara
nos muerde los espacios,
cuando la piel mullida de esencias
constata que de tu lado están los sueños
y del mío la fortuna
de pulsar tu idéntica frecuencia…
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