Brillas
y el éxtasis me alcanza;
hasta mi cuerpo se convierte en agua
y su danza arquea las agujas;
las ondas elásticas estremecen toda forma de vida
que me llena los ojos
y el flujo se recuesta dócil en mis escaparates de barro…
Me absorbes entera
y me calma la estructura poética
con la que me abrazas;
la nervadura vigilante,
rompiendo cada palabra,
fatal exalto…
La noche es torrente de vibraciones
que me trenza a tu veneno
e inoculado en mi alma,
frenética,
cuelga el mundo en mis pestañas,
mientras la luz me clasifica entre silencios,
aliada de esta sutil insistencia
de allanar cada espacio que le doy a tu nombre
y me muerde esa manera de sostener el trance del vértigo,
porque voy marcada por la fibra de tu inmanencia,
tus pulsiones…
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